Han pasado días, ¿Cuántos? No lo sé, muchos días, ¿Cuántas hectáreas? no lo sé. Son demasiadas desde el primer metro cuadrado de tierra quemada. ¿Cuántos días lleva sin llover? ¿Cuántos días hemos estado esperando por un oncólogo? ¿Cuántas horas pasaron hasta que llegaron las brigadas forestales a según que puntos de nuestra tierra? ¿Cuántos años llevamos esperando a que algo llegue y de golpe y plumazo todo cambie?.
No lo sé. El dolor no se cuantifica. La espera siempre es eterna y el valor de los montes abrasados supera y muy por mucho el dinero invertido en prevención. Dinero que debería ser invertido por la Junta de León y Castilla. Junta, que lleva ninguneando al Bierzo años y años y años. No sé cuantos. No se puede cuantificar en tiempo tantísimas promesas incumplidas.
¿Quién va a devolver todos los recuerdos que nos anclaban a todas las tierras que hoy arden? No es cuantificable. No tiene precio. No tiene superficie. No tiene nada a lo que agarrarse. Se irá en cuanto llueva entre una nube de ceniza negra y barro tiznado de sudor, sudor de personas que se negaban a que la desmemoria también tenga forma de incendio.

La desmemoria es la última consecuencia del abandono. Vivimos deprisa, vivimos fuera, vivimos aquí pero sin tiempo y ella trabaja manifestándose mientras olvidamos el nombre de aquel teso, de aquella zona de huertas o de otra montaña más. Hasta que la respiramos y nos pican los ojos y la garganta.
Solo estos días, se ponen de manifiesto todos nuestros males. Solo cuando arde ante nuestros ojos los paisajes que nos daban certezas y recogimiento, solo cuando hinchamos nuestros pulmones de castaños y urces, solo cuando la brisa que nos pega en la cara nos quema y nos escuece. Solo ahí, ante el mundo, sentimos el abandono en sus más evidentes consecuencias.
Sin quererlo, en medio de tanto ruido informativo, de tantas llamas, humo, destrucción y muerte, la organización más primaria y horizontal ha vuelto a surgir y no como un ave fénix: Los concejos. Nunca se vieron tantas facenderas como las que gente que ama su tierra han llevado estos días. Con mejor o peor coordinación pero es esa gente la que ha salvado consecuencias peores. Las urgencias nos demuestran lo importante que son las estructuras horizontales, pero también ancestrales, para salir adelante, para arrimar el hombro, para que el pueblo acompañe al pueblo. Y lo salve, lo salve de todas aquellas personas que deciden abandonarlo. Y lo llevan decidiendo años, muchos años.
La raíz del problema es evidente. Por un lado un abandono institucional, pero también un abandono colectivo. ¿Cómo vamos a defender pueblos vacíos, montes sin nombre, trabajos olvidados y recuerdos podridos porque no encuentran a quién contarse?. ¿Cómo vamos a asegurar la vida entre los restos de una muerte anterior que vació todos los pueblos que hoy lloran perdidas irreparables? ¿Cómo libramos una guerra contra la inercia de los tiempos actuales?.
Quizás hoy toca escuchar también a científicos y profesionales y, codo con codo, de manera horizontal aplicar las recetas que llevan años advirtiendo que son necesarias. Señalan que la despoblación es el principal problema de raíz, pero también hay muchas cuestiones a las que debemos atender para tener unos montes sanos y con futuro. Hay muchos castaños que no veremos volver a dar una castaña pero si podemos hacer que los que vienen por detrás los disfruten, mimen y trabajen ya habremos devuelto al menos, el mínimo exigible con nuestra generación y las anteriores, como la de nuestras madres y padres.
Solo queda un camino para que los recuerdos de nuestros abuelos queden intactos. Solo queda un camino para que podamos ser ciudadanos a la altura del resto. Solo queda un único camino. No hay salvadores filántropos, no hay empresas que vayan a aterrizar aquí y regarnos de bonanza, no hay destreza política suficiente en los términos de la democracia liberal y de partidos. Sólo, solo y únicamente hay un camino y es la organización. La voluntad. La gente siendo solidaria y consecuente.
Solo queda un camino y es recuperar el terreno perdido en lo comunal. En lo cercano. En lo que tocamos todos los días. En todas aquellas cuestiones sociales que por inercia, dejadez o tiempo hemos apartado. Quizás hay que sumar desde lo más cercano, desde el concejo, desde sus pequeños espacios comunales. Hablar, hablar mucho y actuar mucho más porque la única evidencia y el único aspecto positivo que podemos sacar de esta catástrofe es que entre todas y todos, podemos salir adelante. Que nadie solo puede y los que se desentienden del mundo no viven. Porque vivir, como dijo el más grande de los sardos, vivir significa tomar partido.
No me puedo olvidar hoy más que nunca de todas aquellas personas que han llorado por su tierra, pero que también la han peleado como nadie nunca hizo. Brigadas Forestales, bomberos, UME y voluntarios son los brazos que nos ESTÁN librando aún a día de hoy de consecuencias mucho más nefastas. Esas personas y ningún responsable político. Que las consecuencias sobre ellos sean al menos el miedo que muchos han sentido estos días en cuanto vieron humo y escucharon un helicóptero.
Autor: Bruno Bodelón / Fotografías: Lucía Suárez





